En la noche de la ciudad,
en medio de sirenas y gritos de los niños,
bajo el sol,
el sol del quinto mundo,
tu memoria persiste en las mentes y corazones de tus camaradas.
Una memoria imperfecta,
porque eras imperfecto como todos nosotros,
dócil con la botella,
y duro en tus comentarios.

Así como el maguey muestra su corona de
puñales para esconder un tesoro de bondad,
tu terquedad ocultaba la devoción a la lucha,
tu franqueza fue como el martillo del obrero,
pero tu generosidad con habilidades e ideas,
tu hospitalidad como el pan o la tierra
nos recuerda tu humanidad ardiente
y fe en toda la humanidad.

Hijo del águila y el cóndor,
Latinoamericano, internacionalista,
hijo del barrio,
organizador de la cooperativa Durango,
revolucionario, artista, muralista, constructor,
cocinero en Vietnam, y también en la lucha,
notario y escritor,
fuiste verdaderamente un hombre del Renacimiento.
Compañero Mario,
tomaste tus propios pasos
bajo la bandera del pueblo,
hacia un mundo nuevo,

una nueva solidaridad,
una nueva humanidad.